Como ya intuían los filósofos comunitaristas, como Taylor, Sandel o McIntyre, nuestra herencia cultural es tan importante como nuestra herencia genética. El propio McIntyre dejó escrito: «Heredo del pasado, de mi familia, de mi ciudad, de mi tribu o de mi nación una serie de deudas y de fondos, de expectativas y obligaciones legítimas.»
vía Importando tierra sagrada o las conexiones entre nacionalismo y religión (II).